De dónde VENGO y dónde ESTOY

Imagina a un chaval de 9 años frente a un Commodore 64, conectado a la tele del salón (para desesperación de mis padres, que esperaban su turno). Descubrí que podía crear mis propios juegos cutres y programas en aquella caja gris llena de teclas desordenadas… y sin Ñ. Para mí, aquello era ciencia ficción. Como si hubiera saltado a una peli de Juegos de Guerra o La Historia Interminable. Pero la verdadera magia ocurrió cuando, tras escribir unas líneas de código aparentemente incomprensibles, la máquina me preguntó mi año de nacimiento... ¡y lo adivinó! Fue ahí cuando supe que algo especial estaba pasando. Ese fue mi primer contacto con la programación. Y desde entonces, quedé atrapado en su hechizo. Empecé con BASIC en el Commodore 64, y más tarde seguí con un Amstrad CPC 6128, copiando líneas de revistas y trasteando con todo lo que caía en mis manos. En mi afán por darle utilidad a esta nueva "magia", intenté transformar mi odio a las matemáticas en un programa con menú, temas y fórmulas… para no suspender más. Spoiler: suspendí igual. Pero también aprendí algo más valioso: que programar era una forma de entender el mundo —y sobrevivir en él.